"Por el amor de una rosa,
el jardinero es servidor de mil espinas."
(Proverbio turco)
El amor es un tema inacabable, desprovisto de una verdad o mentira absoluta. Del amor se obtiene sólo incertidumbre; y aun así se lo afronta cada día de la vida. En el hogar, en la escuela, en el grupo de amigos se cree amar a determinadas personas, sin tener una explicación clara del porqué. Además, está la elección de pareja, tan fundamental para la sobrevivencia cotidiana y la llamada de la especie.
Y, ciertamente, el amor de pareja es el amor más complicado de explicar. Un ejemplo:
Ante la pregunta, ¿se puede amar a dos personas a la vez? Se da por sentado de
que la cuestión en referencia trata sobre las parejas y no otro tipo de amor como
el filial o amical (no se pone en duda poder amar a dos o más hijos, al padre y a la madre, a dos o más amigos a la vez). Se ha establecido, culturalmente, que el más solemne circunloquio sobre el amor
sea el de pareja.
Sin caer a una metafísica sobre el amor,
ni mucho menos a trilladas ideas relativas a este sentimiento; aquí se recopilan
ideas-fuerza sobre el amor de pareja que serán, en el mejor caso,
racionamientos válidos; y en el peor caso, inteligentes especulaciones.
INTROITO
No existió ni existe ni existirá la
admisión de una sola definición para el amor de pareja. Entonces, producto de
vivencias y experiencias (1) cada individuo maneja una versión del tema. Sin
criterios básicos convergentes no se
puede pretender que el amor de pareja sea un ritual, es decir, que se
establezcan roles o acciones determinadas para cada uno de los miembros de una
relación. Éste es, sin duda, el error común por excelencia. En el amor de
pareja no puede existir el “deber ser”.
Jesús repitiendo el libro de Levítico, dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Amarás a tu prójimo como a ti
mismo.” (Mateo 22:37, 39). Para cumplirlo sería necesario mucha convicción y
mucho esfuerzo, virtudes escasas de una inmensa y casi nula minoría. En cambio
la mayoría de creyentes carentes de
una o de ambas virtudes no pueden ejecutarlo. ¿Por qué? Porque el amor no puede ser una imposición. Así
es que amar como mandamiento ni
siquiera es un futurible (2), es un
imposible.
Trasladándolo al tema convocado, el amor
de pareja tampoco puede ser un mandamiento, no se puede amar deliberadamente ni
se puede imponer a que otro lo haga. De lo dicho, si alguien se declara
enamorado o enamorada sin motivo aparente o sinrazón, aparte ser una cursilería
que amplifica ilusiones gratuitas, es un síntoma de que esa persona carece de un
mínimo de perspectiva, o hay que atribuirle la comisión de una estupidez.
VULGATA
El santo patrono de los traductores es Jerónimo de Estridón autor de la
Vulgata, edición popular de la Biblia traducida del griego y hebreo al latín.
Desde la Vulgata se han hecho interminables copias a mano de su contenido por
toda Europa corrompiendo la traducción original. Sin embargo, el error en la interpretación de la palabra
“amor” se le atribuye al santo patrono. En arameo, lengua materna de Jesús,
no existe un equivalente a lo que actualmente se llama “amor” (ni mucho
menos “amor de pareja”). Es probable que cuando Jesús hablaba de “amor” se refería
a “compasión”, término más cercano. “Compasión” denota compromiso de uno
para con el otro sin condicionales, es sano, puro, casto y diligente; es decir,
hace bien. Un pequeño gran error de San Jerónimo.
El San Jerónimo de Leonardo da Vinci |
A estas alturas y honduras y larguras
(3) de la llamada postmodernidad se admite que se puede amar y dañar a la vez,
que el amor puede ser negligente y brutal; es decir, hace mal. Qué ironía.
CORTEJO
Si se escavara para saber cuando inició
la huachafada (4) amorosa tendríamos que situarnos en la etapa de los
trovadores y los juglares. Lo que comenzó con música y poesía en las cortes de
la Edad Media, sobrepasando toda expresión artística o de entrenamiento, término
arraigándose en la sociedad actual. Los trovadores,
personas instruidas, dirigían sus escritos a la esposa de un hombre importante
para recibir su mecenazgo. Estos escritos invocaban una apología a los encantos
de la mujer, su condición de incansable por su belleza, virtudes o lo que
fuera, así fuera mentira.
Cortesanos
y caballeros imitaron tales maneras de
tratar a la mujer. Les dedicaban sus obras y hazañas. La más fina caricatura de
este cortejo es la “relación” del ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha y su bella señora Dulcinea del Toboso: “Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión
celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender
que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el
caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin
alma.” (Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha I. Segunda
edición. México, W. M. Jackson Inc. Editores, 1966, 27.)
Todo romántico lleva un don Quijote
dentro que inventa a una Dulcinea de su Aldonza Lorenzo.
Don Quijote idealizando a Dulcinea |
El rol de los juglares fue el de difundir las canciones y poemas líricos de pueblo
en pueblo, con un carácter menor en cuanto a creación y prestigio de los
trovadores, los juglares fueron los divulgadores populares de la época.
Del mismo modo, en la Edad Media la religión católica goza de su mayor apogeo,
sus preceptos eran categóricos e inapelables. Se reforzó las ideas del amor,
sexo y matrimonio desde el sentido “moral” y cristiano. Un cortejo adecuado,
una boda consentida, un matrimonio para toda la vida y la monogamia.
Entre muchos y tanto factores, nace así,
el amor romántico; que es la exacerbación
del sentimiento amoroso hacia la pareja producto de una adoración infundada. El
amor en su tipo de amor romántico es una ocurrencia de la cultura occidental promovida, además, por sus expresiones
comunicacionales y artísticas de alcance masivo. El filósofo español Ortega y Gasset, se refiere así:
«En mi vocabulario Romanticismo quiere
decir pecado.
«El
corazón se sube a la cabeza. Se acepta la emoción como un alcohol; es un sabor
nuevo, que embriaga, y la gente busca ahora, sobre todo, embriaguez.
«Los
músicos románticos, Beethoven inclusive, han solido dedicar su talento melódico
a la expresión de los sentimientos primarios que acometen al buen burgués.»
(Ortega y Gasset “Obras Completas” En: Enrique Ferrari Nieto, De feudos literarios: fundamentación de
los reproches de Ortega al arte romántico desde su teoría de la novela,
Eikasia. Revista de filosofía, año V, 38, mayo 2001.)
Este hombre al que el corazón se le ha subido a la cabeza busca, según Marco Aurelio Denegri, reactualizar las técnicas arcaicas del éxtasis (5). Desde
tiempos inmemoriales el hombre ha hallado formas de escapar de sus obligaciones
y, en general, del mundo: “Chamanismo y rituales orgiásticos y narcóticos”. En
la actualidad comenta Denegri, ese querer escapar, enajenarse y trascender lo
encuentra en el fenómeno del rock (y
todo lo que implica: aglomeración de gentes, música estridente, alcohol,
drogas, etc.) y en el amor romántico,
donde la pareja tiene una figura mesiánica y es imperativo aferrarse a ella.
PORCENTAJE DE ERROR
A la pregunta: ¿Cuántas parejas se ha
tenido hasta ahora? Suponiendo que la última pareja sigue siéndolo. Respuestas:
Dos; porcentaje de error: 50%. Tres; porcentaje de error: 66.6%. Cuatro;
porcentaje de error: 75%. Cinco (…) Diez…
Inductivamente se concluye que la
elección de pareja, por lo general, es un error. Números en rojo.
Dejando el fatalismo de lado, y para que
el porcentaje de error no aumente estrepitosamente, hay que tener en cuenta los
siguientes puntos:
Yo, mi, me, contigo
Comenzar por casa. Hacerse un diagnóstico a sí propio.
Reconocerse como seres humanos con virtudes y miserias, y entre ambas
resaltar, cuando se trata de relaciones interpersonales, las miserias. Por una razón
muy sencilla: En una relación sí, y sólo sí cuando se descubren los defectos se
logra un alto grado de intimidad y una aceptación completa. No se logra ningún
compromiso si se ofertan únicamente las virtudes, ya que se oferta un “Yo” impostor y fácil de quebrar.
Por la condición de hombres, asimismo,
entender, sin pesadumbre, que en
cualquier momento se cometerá un error, un exabrupto, una estupidez. Mussolini
dijo: “Todos
los hombres somos más o menos estúpidos. La cuestión es ser un estúpido ligero.”
Equivocarse es tan humano como dormir.
Sin prescindir de otras perlas
atribuidas al género “homo”, y siendo conscientes de lo escrito arriba, se debe
de hacer bastante espacio para poner sobre la mesa las virtudes y las miserias,
si no alcanza en la mesa ponerlo por toda la casa. No hay que intentar
balancear tales virtudes y miserias, siempre
se pierde. ¿Algo esperanzador? Es probable de que fuera de casa haya alguien peor. No
engañar al otro, ni mucho menos engañarse a sí propio. Así es, así son, así
somos…
Hecho el diagnóstico, en cada uno se
subrayaran algunas particularidades al
pensar, sentir y actuar. Así como se piensa y se actúa distinto, se siente distinto. Estas diferencias
se deben a que el hombre se compone de naturaleza y artificialeza (6).
Del componente natural, de lo que viene
de fábrica, y sin olvidar la cuestión amorosa, Marco Aurelio Denegri manifiesta
que la capacidad de amar es
desigualmente distribuida. Por ejemplo: El carácter, el temperamento y el
carisma son facultades naturales, de difícil dominio. A su vez, según el
polígrafo, algunas personas tienen mucha, otras poca y otras ninguna capacidad
de amar: "Uno ama, no lo que quiere, sino lo que puede, y cuando puede, y como puede."
Del componente artificial, de lo que
vamos adquiriendo. Por ejemplo: los valores, la ética, los conocimientos.
Denegri parafrasea, valiéndolo en el terreno del amor, a Pablo Macera: “La promesa y el tamaño de una historia cualquiera, depende siempre de nuestro
propio tamaño.” Resumiendo: según el tamaño de la naturaleza y la artificialeza
de cada persona, así será la promesa y el tamaño de su historia amorosa.
Carlos
Cuauhtémoc escribió: “Los amores que tienen mayores posibilidades
de perdurar no se fraguan en los momentos de inmadurez.” Entendiendo que la
madurez comienza sabiéndose y aceptándose a sí propio.
¡Hay
que ser consciente de los límites de uno! Si no se tiene la misma capacidad de amar (pensar y sentir) tampoco se puede amar del mismo modo
(actuar). La particularidad de cada uno, hace inadmisible comparar las acciones de
la pareja. Nunca el anterior con el actual amante procederán igual, menos aún las
parejas de otros con la de uno.
Es
un error pensar que se puede moldear a la pareja. Entre hombres y mujeres, las mujeres son más
proclives a creer que con cuidados y palabras su pareja cambiará, es un tipo de
Complejo de Heroína (7); que gracias a ella, él será y estará “mejor”. Ciertamente
es un acto egoísta, y por supuesto, absurdo, ya que por casa, primero, hay mucho que
ordenar.
Tú, TU, TE, conmigo
Continuar por casa ajena. Diagnosticar a la probable pareja.
Con cabeza fría, y tratando los mismos
puntos del auto diagnóstico, se reconocerá, según sea la probable pareja: sus
virtudes y miserias, su proclividad al error, sus particularidades, su
capacidad de amar, su tamaño y la promesa y tamaño de su historia amorosa, sus
limitaciones y su modo de amar.
Algunas consideraciones más:
Nadie
es capaz de dar a otro todo lo que precisa. Visto lo complejo y atendiendo a las particularidades y al propio
tamaño de cada uno, es ilusorio creer que una sola persona es capaz de satisfacer
las necesidades de otra. Si se reconocen las limitaciones propias, habrá que
reconocer las limitaciones ajenas.
A este propósito, Julio Ramón Ribeyro en su Prosas
apátridas escribió: "No hay
que exigir en las personas más de una cualidad. Si les encontramos una, debemos
ya sentirnos agradecidos y juzgarlas solamente por ella y no por las que les
faltan. Es vano exigir que una persona sea simpática y también generosa o que
sea inteligente y también alegre o que sea culta y también aseada o que sea hermosa
y también leal. Tomemos de ella lo que pueda darnos. Que su cualidad sea el
pasaje privilegiado a través del cual nos comunicamos y nos enriquecemos.”
La
mente lúcida de Nietzsche aconsejó: “El hombre que quiere casarse debería
hacerse esta pregunta: ¿Crees que con esta mujer mantendrás hasta el fin de tus
días un grato diálogo? Todo lo demás que hay en el matrimonio es transitorio,
pero la mayor parte del trato pertenece al diálogo.” (Friedrich Nietzsche, Humano, Demasiado Humano. Segunda
edición. España, Jorge A. Mestas, Ediciones Escolares, S. L., 2007, 254)
La calidad del tiempo compartido en pareja es
fundamental. Muchos autores se han
referido del tiempo soportable para estar con otra persona.
Dice Denegri: “En relación presencial, cara a cara, uno puede soportar a otro ser
humano dos o tres horas seguidas; y tres o cuatro si éstas no son seguidas,
sino espaciadas. Lo cual rige para las relaciones normales y cotidianas con
familiares, amigos y parejas estables.” (Marco Aurelio Denegri, Miscelánea humanística. Segunda edición.
Perú, Fondo Editorial de la UIGV, 2010, 177.)
Y volviendo a Ribeyro: “Sé por experiencia que no puedo soportar la
presencia de una persona más de tres horas. Pasado este límite, pierdo la
lucidez, me embrutezco, las ideas se me ofuscan y al final, o me irrito o me
quedo sumido en un profundo abatimiento.” (J. R. Ribeyro. En: Marco Aurelio
Denegri, o.c., 178.)
El tiempo en tanto calidad y cantidad pueden
contraponerse en relaciones amorosas, siendo prudente reconocer hasta qué punto
uno se siente a gusto con la probable pareja.
Una cuestión que engloba todos estos aspectos es:
¿Cuánto me costaría una relación sentimental con la candidata a pareja?
El costo de una relación o la Mercadotecnia del afecto (como la llama Denegri) es el análisis
concienzudo de que si la inversión que depositas en una relación sentimental al
final te traerá ganancias. Por supuesto no se habla aquí de cosas materiales, sino
de asuntos sentimentales y mentales. En la Mercadotecnia del afecto constan:
preocupaciones y tranquilidad, tristezas y alegrías, discusiones y concordia,
celos, desconfianza y confianza, discordancia y concordancia, ceder y tomar y
un largo etcétera.
El comediógrafo latino Terencio manifestaba: “En el
amor se dan todos estos males: injurias, sospechas, enemistades, treguas,
guerra y la paz de nuevo.”
La Mercadotecnia del afecto contribuirá a saber si
vale la pena entablar la relación.
Superados los espinosos filtros de los
diagnósticos a sí propio y a la probable pareja; y una vez establecidos en un
compromiso sentimental hay que tener en cuenta los siguientes episodios
imposibles de prevenir y evitar:
El enamoramiento
es “una etapa en la que la pareja pierde
el seso y tiene un régimen atencional anómalo y en que cada uno ve en el otro
solamente perfecciones, o cree verlas.” (Marco Aurelio Denegri, o.c., 67.)
Son sintomatologías del
enamoramiento:
·
Intenso deseo de intimidad y
unión física con el individuo (tocarlo, abrazarlo, besarlo e incluso relaciones
sexuales).
·
Intenso deseo de reciprocidad
(que el individuo también se enamore del sujeto).
·
Intenso temor al rechazo.
·
Pensamientos frecuentes e
incontrolados del individuo que interfieren en la actividad normal del sujeto
puro.
·
Pérdida de concentración.
·
Fuerte activación fisiológica
(nerviosismo, aceleración cardíaca, etc.) ante la presencia (real o imaginaria)
del individuo.
·
Hipersensibilidad ante los
deseos y necesidades del otro.
·
Atención centrada en el
individuo.
·
Idealización del individuo,
percibiendo solo características positivas,
a juicio del sujeto.
El tiempo que dura el enamoramiento es variable. Sólo cuando se comienza a reconocer, con mayor desazón los defectos y/o errores de la pareja es cuando se advierte que el enamoramiento está pasando, que la fiebre baja.
Miguel Zamacois dijo, y con mucha razón, que “el amor no es ciego, sino présbita; la prueba está en que no comienza a distinguir los defectos hasta que se aleja”. El enamorado obnubilado por la novedad sentimental y pasional de su pareja pierde visibilidad, pero no del todo; el enamoramiento siempre pasa. No hay que confundir el enamoramiento con el apego; en el apego el estado afectivo es perdurable y no pasajero.
Así como, al inicio de la relación, hay un sistema atencional desmedido para con la pareja; al final, hay una etapa de desgano de seguir compartiendo situaciones con ella. A este se le denomina el “Efecto Colón” (8). Pasada la novedad y bienvenida la familiarización y la cotidianidad, indefectible llegará la costumbre y el desinterés.
El Efecto Colón se presenta en toda
circunstancia, en el amor también. Al respecto, “la presencia del Efecto Colón no significa que uno ya no ame a su
pareja. Uno la puede seguir amando y queriendo y respetando; sólo que ya no la
habrá de desear como antes; y no porque haya una tercera persona de por medio;
no; sino por el carácter muy desgastable del estímulo erótico y por la
familiarización.” (Marco Aurelio Denegri, o.c., 74-75.)
Los
celos (9) asegurarán, también, su
presencia en la relación sentimental. Estudios sociológicos de Kingsley Davis descubrieron que los
celos están determinados por cada tipo de sociedad. Según sea su estructura
normativa e institucional se definen las situaciones en que aparecen los celos
y reglamenta la forma de expresarlos.
La actual sociedad occidental, mediante
el amor romántico, ha contribuido a extremar
las manifestaciones de los celos. Los efectos de alienación y posesión
propios del romántico hacen suponer que la pareja es propiedad suya. Por eso la
sociedad admite, muy en el fondo, la violencia contra la pareja cuando se actúa
motivado por los celos. Ahora bien, si se es un hombre-masa (10) se actuará
bajo los mismos parámetros sociales; en cambio, si se cuestionan y se critican aquellos
parámetros, con oficio e instrucción, es probable de que se nade a
contracorriente.
Un proverbio turco versa: “Ni rosas
sin espinas, ni amor sin celos.” Si los celos son
inevitables, como sostuvo el célebre psicoterapeuta Rollo May, por lo menos, que sean normales y saludables como función
del cuidado y preocupación por la otra persona. Para que los celos sean diligentes,
es imperativo que el entendimiento los dirija. Pues eso.
ESTRIBILLO
“Si
eres sensato, estas advertencias atenderás;
sino
de loco amor, otra vez, en el error caerás.
Mas
si de error se trata, el mayor de todos,
es
el mío, al suponer que atención pondrás.”
_______
NOTAS
(1) Si bien hay sinonimia entre estas
palabras, una “experiencia” puede superar en el proceso a una “vivencia”. La
“vivencia” viene de lo vivido y en el futuro queda como recuerdo; la
“experiencia” no es única de una “vivencia” (hecho tangible), sino se puede
conjugar con la teoría (hecho intangible) para resultar una enseñanza o una
técnica.
(2) Un ejemplo de “futurible” es el
sistema democrático. Se trata pues de un futuro condicionado, que no será con
seguridad.
(3) Locuciones verbales válidas, así
como lo es “a estas alturas”, “a estas anchuras” y “a estas larguras”.
(4) De “huachafo”, americanismo usado en
Perú y Bolivia.
(5) Mircea Eliade en su libro
“Chamanismo y técnicas arcaicas del éxtasis”, trata del rol del chamanismo, y
sus equivalentes en todo el mundo, en sociedades primitivas.
(6) Contrario a naturaleza, la
artificialeza es un neologismo, que definen los rasgos característicos de
alguien adquiridos social y culturalmente.
(7) Sustanciales son las diferencias
entre el Complejo de Wendy y el Complejo de Héroe o Heroína. En “Wendy” la
mujer busca sobreproteger a la pareja, en el complejo de heroína busca
salvarla.
(8) “La emoción de descubrir tierra
incógnita, el deslumbramiento por la tierra nueva reciente descubierta, el
interés del hallazgo, la atracción de la novedad, el acicate de lo distinto,
todo esto, como sabemos, lo vivió [Cristóbal] Colón (…) Pero a medida que Colón
se fue familiarizando con lo que había descubierto, su entusiasmo inicial fue
paulatinamente decayendo, porque uno no se deslumbra ni se entusiasma ante lo
que ve todos los días y a cada rato.” (Marco Aurelio Denegri, o.c., 71.)
(9) Los
celos no es exclusivo del amor, los hay también en: el odio, el temor, la ira,
el orgullo y el resentimiento.
(10)
Ortega y Gasset identifica dos clases de hombres: hombre-masa y hombre de
selección. Mientras que el hombre de selección se caracteriza por su cualidad,
el hombre-masa lo hace por su cualidad común: “es lo mostrenco social, es el
hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que se repite en sí un
tipo genérico.” (José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, Primera
edición, Perú, Editorial Universo, 1975, 50.)