Fue un poco menos de dos años que por fin conocí a
don Armando Villanueva del Campo. Del cual había oído y leído lo suficiente
para crear en mí una nube de curiosidad alrededor de un personaje histórico y
lejano. Nada más que una dulce falsedad. Asistí a la presentación de su libro “Arrogante
Montonero” en el local del PAP en Miraflores. Durante las presentaciones y
exposiciones de algunos interlocutores don Armando, como alumno aplicado calló y
escuchó muy atentamente sin ni siquiera moverse. Hasta que llegó su turno. Don Armando cogió el micrófono y no paró hasta develarme tiernamente su esencia,
desmintió tajantemente los mitos de un personaje y para mí dejó de serlo. Ni histórico
ni lejano; mas bien contemporáneo y cercano. El vigor que demostraba no estaba
en la tonalidad de su voz sino en el modo de emplear las palabras. Me sentí
viejo al escucharlo, y reafirmé que la juventud lo lleva uno en el espíritu. Citas,
sucesos, versos, personas todo fluía por su cabeza como si, para él, hubiera acontecido ayer. Don Armando tenía
más proyectos y era el más entusiasta que todos los presentes.
El 14 de abril este inmenso hombre murió. El último
de los que yo conmemoro con satisfacción. Aquella vieja guardia del aprismo, del
cual puedo sentirme orgulloso, pues albergo la historia, la organización, el
accionar y la doctrina como ejemplo de consecuencia. Así es, de
consecuencia. Hoy fui a darle un adiós simbólico, y qué mejor con reflexiones
sobre la situación de su partido político. Experimenté sentimientos encontrados;
por ejemplo, me conmoví cuando vi a personas de todas las edades cantando La
Marsellesa Aprista cuantas veces sea repetido en un disco viejo y dañado durante
el preámbulo de la ceremonia. La mano izquierda en alto, los pañuelos blancos,
las palmas características que hicieron del APRA el primer partido con emblemas.
Los más veteranos al unísono cantando “El APRA Es El Canimo” canción
característica de la campaña presidencial de 1980 donde don Armando Villanueva
fue candidato. Pero no pude evitar sentir un desencanto cuando vi alrededor de féretro a los actuales dirigentes del partido, quienes fueron los que condujeron a la
crisis presente y a los que no se les ve las ganas de hacer cambios para
revertir esta situación. Fue contradictorio verlo, y a la vez, simbólico, que éstos dirigentes estén velando al arrogante y montonero, al último aprista.
Yo también me considero un pesimista que espera siempre
que las cosas salgan bien. Es decir, abrigo la esperanza que tomen en serio las
palabras de don Armando y se produzca, por fin, una renovación en el partido
político más antiguo del Perú. No sólo por un beneficio propio, sino de todo el
país; la consolidación de los partidos políticos es parte de una agenda
pendiente.
Alguna vez leí, “V.R.H.T caminó tanto que dejó profundas huellas”,
y en base a esta frase le hubiera hecho una única pregunta a don Armando:
¿Usted se consideraría una de las tantas huellas de las que habla aquella frase?
En el dolor, en la lucha, en la victoria... En la memoria.
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Presentación del Libro "Arrogante Montonero"
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Presentación del Libro "Arrogante Montonero"
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Canción de la campaña de 1980 al año del fallecimiento de V.R.H.T.
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Soneto de Armando Villanueva del Campo.
"Don Ramiro Prialé, mi compañero,
del hijo vuestro el rostro talló aquí.
Con la gubia ha escrito lo que siempre fui:
algo apóstol, bohemio y altanero.
Yo vivo alegre, varonil y austero,
y a la causa del pueblo que seguí
debo las arrugas que a mi faz erguí:
Son ideales floridos en el madero.
Tiene mi cara rasgos de severo,
son líneas, padre, que tomé de ti:
También fuiste arrogante y montonero.
Y si hubiera una dulzura "Bien la quiero"
es sangre de mi madre que bebí.
Tal mi estampa de altivo prisionero."