La música popular significa, para cualquier pueblo, el estado anímico y la idiosincrasia de su gente. Algunos dicen que los hay con letras y acordes más sofisticados que otros. El terreno de la técnica no cabe en el sentimiento. No hay cosa más artística para un pueblo que su música popular.
José Alfredo Jiménez es uno de los grandes representantes de la música popular Indoamericana. Un artista cabal, del que, por ejemplo, habla Chavela Vargas que nunca lo vio leyendo un libro en los años que lo conoció, pero, eso sí, siempre con un tequila en la mano y contando sus penurias. En José Alfredo no hay preparación, hay sentimiento. Cada canción suya describe con palabras sencillas sentimientos insoldables. Sentimientos transgresores e infatigables de nostalgia.
El mariachi es aquel hijo de la chingana que escribe el Nobel Octavio Paz, es aquel pueblo melancólico, es el tequila. El mariachi por excelencia es José Alfredo Jiménez.
5. Amanecí en tus brazos.
“Y me querías decir/ no sé qué cosas./ Pero callé tu boca/ con mis besos./ Y así pasaron muchas,/ muchas horas.”
4. Ella.
“Ya no quiso escucharme/ si sus labios se abrieron/ fue pa’ decirme:/ ya no te quiero.”
3. Me equivoqué contigo.
“Pero que triste realidad/ me has ofrecido/ que decepción tan grande/ haberte conocido./ Quién sabe Dios/ porque te puso/ en mi camino.”
2. Qué bonito amor.
“Si algo en mí/ cambió/ te lo debo/ a ti./ Porque aquel/ cariño/ que quisieron tantos/ me lo diste a mí.”
1. Si nos dejan.
“Si nos dejan/ buscamos un rincón/ cerca del cielo./ Si nos dejan/ hacemos con las nubes/ terciopelo.”
Fue un poco menos de dos años que por fin conocí a
don Armando Villanueva del Campo. Del cual había oído y leído lo suficiente
para crear en mí una nube de curiosidad alrededor de un personaje histórico y
lejano. Nada más que una dulce falsedad. Asistí a la presentación de su libro “Arrogante
Montonero” en el local del PAP en Miraflores. Durante las presentaciones y
exposiciones de algunos interlocutores don Armando, como alumno aplicado calló y
escuchó muy atentamente sin ni siquiera moverse. Hasta que llegó su turno. Don Armando cogió el micrófono y no paró hasta develarme tiernamente su esencia,
desmintió tajantemente los mitos de un personaje y para mí dejó de serlo. Ni histórico
ni lejano; mas bien contemporáneo y cercano. El vigor que demostraba no estaba
en la tonalidad de su voz sino en el modo de emplear las palabras. Me sentí
viejo al escucharlo, y reafirmé que la juventud lo lleva uno en el espíritu. Citas,
sucesos, versos, personas todo fluía por su cabeza como si, para él, hubiera acontecido ayer. Don Armando tenía
más proyectos y era el más entusiasta que todos los presentes.
El 14 de abril este inmenso hombre murió. El último
de los que yo conmemoro con satisfacción. Aquella vieja guardia del aprismo, del
cual puedo sentirme orgulloso, pues albergo la historia, la organización, el
accionar y la doctrina como ejemplo de consecuencia. Así es, de
consecuencia. Hoy fui a darle un adiós simbólico, y qué mejor con reflexiones
sobre la situación de su partido político. Experimenté sentimientos encontrados;
por ejemplo, me conmoví cuando vi a personas de todas las edades cantando La
Marsellesa Aprista cuantas veces sea repetido en un disco viejo y dañado durante
el preámbulo de la ceremonia. La mano izquierda en alto, los pañuelos blancos,
las palmas características que hicieron del APRA el primer partido con emblemas.
Los más veteranos al unísono cantando “El APRA Es El Canimo” canción
característica de la campaña presidencial de 1980 donde don Armando Villanueva
fue candidato. Pero no pude evitar sentir un desencanto cuando vi alrededor de féretro a los actuales dirigentes del partido, quienes fueron los que condujeron a la
crisis presente y a los que no se les ve las ganas de hacer cambios para
revertir esta situación. Fue contradictorio verlo, y a la vez, simbólico, que éstos dirigentes estén velando al arrogante y montonero, al último aprista.
Yo también me considero un pesimista que espera siempre
que las cosas salgan bien. Es decir, abrigo la esperanza que tomen en serio las
palabras de don Armando y se produzca, por fin, una renovación en el partido
político más antiguo del Perú. No sólo por un beneficio propio, sino de todo el
país; la consolidación de los partidos políticos es parte de una agenda
pendiente.
Alguna vez leí, “V.R.H.T caminó tanto que dejó profundas huellas”,
y en base a esta frase le hubiera hecho una única pregunta a don Armando:
¿Usted se consideraría una de las tantas huellas de las que habla aquella frase?
En el dolor, en la lucha, en la victoria... En la memoria.
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Presentación del Libro "Arrogante Montonero"
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Canción de la campaña de 1980 al año del fallecimiento de V.R.H.T.
La música popular significa, para cualquier pueblo, el estado anímico y la idiosincrasia de su gente. Algunos dicen que las hay con letras y acordes más sofisticados que otras. El terreno de la técnica no determina en el sentimiento. No hay cosa más artística para un pueblo que su música popular. Jiménez es uno de los grandes representantes de la música popular Indoamericana. Un artista cabal, del que, por ejemplo, habla Chavela Vargas, nunca lo vio leyendo un libro en los años que lo conoció, pero, eso sí, siempre con un tequila en la mano y contando sus penurias. En José Alfredo no hay preparación, hay sentimiento. Cada canción suya describe con palabras sencillas sentimientos complicados. Sentimientos transgresores e infatigables de nostalgia.
El mariachi es aquel hijo de la chingana, es aquel pueblo melancólico, es el tequila. El mariachi, por excelencia, es José Alfredo Jiménez.
5. Botas de charro.
"Qué coraje/me daba conmigo/andaba descalzo/y a ti te gustaban las botas de charro."
4. No me amenaces.
"Porque estás te vas/y no te has ido/y yo estoy/esperando tu amor/o esperando tu olvido."
3. El último trago.
"Tómate esta botella conmigo/en el último trago nos vamos/quiero ver a qué sabe tu olvido/sin poner en mis ojos tus manos."
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2. Las ciudades.
"La distancia/aparta las ciudades/las ciudades/destruyen las costumbres."
1. Que te vaya bonito.
"Cuantas cosas quedaron prendidas/hasta dentro del fondo de mi alma/cuantas luces dejaste encendidas/yo no sé cómo voy a apagarlas."